Entrega de Regalos del amigo invisible de Reyes~

El crótalo traqueteo, llamando la atención del empapado Claudio Villegas, apenas entró en el café donde acostumbraba ir a perder el tiempo. Mientras luchaba con el puto paraguas roto que le había regalado la mezquina tía Magdalena (o el mezquino paraguas roto que le había regalado la puta tía Magdalena), se dedicó a examinar a una chica que se atrevía a usurpar su usual banquillo. Apreció el descuido, siempre bien recibido, que tienen algunas jóvenes de sentarse inclinadas hacia adelante dejando ver con lujo de detallas, aunque a veces al punto de ser vulgares, según señalaba el recatado Claudio, un porción de ropa interior. En este caso particular un crepúsculo naranja con elásticos rosa escapaba completamente a la censurable vulgaridad de algunas turras que pululan la ciudad y daba una imagen difícil de olvidar. Este espectáculo, que se completaba con el café más claro de los ojos más mundanos jamás vistos y los rizos rojizos (que seguramente eran teñidos, ¿pero a quién le podría importar?), fue más que lo que un sujeto como Claudio Villegas estaba acostumbrado a soportar. Fue en ese instante, cuando Claudio observaba a la chica completamente anonadado, que recordó entristecido la condición y regla inamovible que dominaba su relación con ese tipo de mujeres. Y es que a esta subespecie femenina le encantan los músicos y Claudio no es más que un pobre escritor.

Disimuladamente se sentó en el incómodo sillón que se desplegaba en la sala (he ahí el por qué prefería el banquillo de la barra) para idear, en menos de lo que bebía el café que acaba de ordenar, un plan que terminaría de una vez por todas con el funesto gusto de las mujeres por los músicos.

La primera consideración, y la que resulta la más obvia y por tanto la más rápida de ser desechada, fue la del exterminio. Sin embargo antes del primer sorbo de café ya había sopesado todos los inconvenientes de esa opción. Comenzando por el hecho de que el exterminio de todos los músicos, dejando de lado los inconvenientes éticos, morales, políticos, religiosos, sería imposible para una persona de sus recursos. Además, a pesar de todo lo que le habían hecho sufrir, Claudio no podía negar que disfrutaba del trabajo de sus eternos enemigos, en especial de aquellos que vivieron y murieron en la segunda mitad del siglo XX; los cuales, estaba seguro, le habrían causado más de un dolor de cabeza a su padre por la misma situación. Así que el exterminio no era una opción.

La segunda idea que pasó por su cabeza y que acogió como solución definitiva (estaba cansado, y además una chica que le gusten los músicos no merece tantos inconvenientes) fue un plan infinitamente más sutil a la melodiosa masacre con la que había fantaseado inicialmente. Era de hecho bastante simple. Se armaría de valor y empezaría a hablar con la chica, lo cual en otras circunstancias terminaría en un terrible fracaso cuando ella, inevitablemente, se diera cuenta que en realidad siempre ha preferido a los músicos. La variante estaría en que, conforme conociera mejor a tal hermoso y excitante ser, se cuidaría de nunca mencionar el tema musical. A la vez intentaría por todos los medios alejarla de cualquier concierto, aunque este significara saltar en plena vía pública a taparle los oídos por aquello que alguno de esos hijos de puta se les ocurriera tocar de gratis en algún parque o plaza. Así, y siguiendo otro tipo de precauciones, la chica eventualmente se olvidaría de la música volcándose instintivamente a la literatura, en especial a la prosa, convirtiendo a los escritores en la presa favorita de dicha mujer.

Sin que le diera tiempo de reprobar sus pensamientos, que desbordaban de manipulación y misoginia, observó como la chica pagaba la cuenta, una empanada y una limonada, y marchaba esquivando grácilmente las mesas y el humo propio del cafetín. Nada de qué preocuparse, había notado que charlaba amenamente, como buenas amigas pues, con Lita, la sobrina del viejo Lamard, cajera y mesera del lugar, lo que hacía casi evidente que volvería a verla en ese local. Todavía le quedaba media taza de café que bebió satisfecho.

Al pagar se acercó a Lita, chica agraciada pero comprometida (al menos no con un músico) y le preguntó, fingiendo mal, cierto desinterés, por la muchacha con que charlaba.

-¿Te gusta? –preguntó como lo hacen las personas que de primera entrada saben la respuesta que se les va a dar.

-La verdad es que sí –no tenía caso alguno disimular, además tenía bastante confianza en Lita.

-Se llama Melisa.

-Melisa, no me digas, tiene novio y es músico.

-No, bueno sí. Sí tiene novio, pero es bailarín.

(Un bailarín… La puta que lo parió).

"POR FAVOR!", Gritó ella, la sangre fluía libremente por su lado para formar un charco de oscuro, con olor a óxido de líquido en el suelo.

El Uchiha le dio una mirada y sus ojos eran de color negro como el carbón. Entonces, sus ojos se agrandaron con la diversión, movió la cabeza entera en una carcajada a todo pulmón de pura alegría y locura.

Ella cayó entonces, girando su cuerpo inerte y aterrizo en el charco de sangre.
"Mátame después". Susurró ella. "Mátame como los mataste a ellos, que ... asesino!" Ella tosió, y más le salió sangre por la boca.

Ella sería la primera, pero no la última, que lo llamara asesino. Sus párpados temblaron violentamente, mientras trataba y, finalmente, no pudo mantenerlos abiertos. A medida que la oscuridad se hizo cargo, vio sus pies caminando hacia ella, y vio una gota caer en la tierra, diferente de las gotas de su sangre. No llovía, pero era él, en el espacio entre la cara y sus pies, un chorro de gotas caían. Sus ojos se cerraron, y por un momento luchó por abrir los ojos, por última vez.
Él estaba allí, llorando, y ella perdió el conocimiento.
Itachi Uchiha, de rodillas, llorando junto al cuerpo de su amor inconsciente y solo.


~ Una serie de años más tarde ~

"Reya." Una voz masculina la llamaba, y la joven voltio.
"Sasuke? ¿Qué pasa? ", Preguntó ella, sorprendida en su tono.
"Tenemos que hablar, Reya".
"¿Qué, estoy en problemas o algo así?"
Él no respondió.

"He oído algo ... interesante. Acerca de ti. "Su voz creció duro con el odio. "Y mi hermano."
En el interior, el corazón de Reya fue roto inmediatamente además le apretó el alma y su espíritu triste, sólo para ser revivido y destruido una y otra vez. En el exterior, se veia hostil, cruzando los brazos sobre el pecho.

"¿Qué hay de mí y .... el?", Preguntó, incapaz de pronunciar el nombre.
"tu lo amabas."
El tono sorprendió a ella más que las palabras, como si fuera un hecho, un hecho cierto y se había resignado a creer.

"Yo ...". Cerró los ojos, no había nada que pudiera decir, y Sasuke lo sabía. Dio media vuelta y salió de su camino

Una semana más tarde abandonó el pueblo.
Ella se vino abajo, gritando y gritando, destrozando cualquier cosa. No fue la última persona en la tierra con una conexión a Itachi además de ella. No podía controlar el dolor de la traición.
Por lo tanto, comprensible, un mes después de su partida, ella se fue también.

La aldea lo cubrió, de forma natural. Para el mundo, Reya Sakuno estaba muerta.
Y ella lo sabía.

~

Se tomó su tiempo para localizar a Sasuke, incluso más que esperar a su salida de la aldea del sonido. Pero lo hizo, y ella lo siguió. En su corazón, ella sabía por qué ella lo seguía, y era porque sabía que era su destino, así como lo hizo. A veces ella juraraba que la reconocía cuando viajaba a través de una aldea, pero el nunca se topo con ella, así que continuó para cambiar de grupo en grupo, juntándose con los demás para evitar levantar sospechas.

Después de un rato de esto, ella sabía a dónde ir, y dejó el grupo donde ella estaba para ir a la cima de una colina, frente a un pequeño pueblo, donde nadie iba, y se sentó en la cima con los ojos cerrados , y esperó. Efectivamente, él había venido.

Se oyó un crujido de una rama, y ella abrió la boca.

"Itachi Uchiha".

Reia declaró, sin esperar respuesta y sin conseguir ninguna. Temblorosa abrió los ojos y miró hacia arriba.
Él estaba allí.
De pie, a pocos metros de ella, su pelo negro y la capa ondeando en la brisa ligera, con sus ojos rojos que brillaban en la oscuridad. Su rostro, era una máscara dura.

Ella sonrió, muy ligeramente, y se puso de pie. Esta noche le recordaba a la que, hace mucho tiempo, cuando ella era de él, cuando él la amaba.

"¿Has venido a matarme?" Reya se sorprendio a si misma con la pregunta, aunque su tono de voz no lo pareciera.

La cara de itachi quedó en blanco, pero en su rostro podía notarse la mirada de sorpresa. Reya lo vio, y fue suficiente para ella.

Ella tomó unos cuantos pasos hacia adelante.
Itachi se puso tenso.

"No me vas a matar." Dijo en voz baja.
Itachi habló por primera vez. "No hagas afirmaciones tan audaces, Reia. No he descartado nada en este momento. "Su voz era monótona la misma profundidad que había sido siempre, sólo que ahora, plana, sin emociones. Muerto. Con la más ligera ventaja amenazante a ella.

"No eres valiente itachi. tu no me vas a matar. "
"No lo sé."
"Creo que no lo haras."
"Tu podrías estar equivocada."
"No lo creo".
"Y no te preocupa que te mate?"
"Sé que no me va a matar."
"No, no! ¿Cómo es posible saberlo? "
Ella lo perdió. "Porque si me ibas a matar, lo hubieras hecho hace tantos años, en vez de llorar por mí y luego salvar mi vida! Sí, ya sé que me salvaste! "Replicó ella-. "Después de casi me matas en primer lugar! ¿Por qué hiciste eso? "

Itachi la miró fijamente, como su pecho subía y bajaba con su respiración. "No sé." Cuando finalmente habló, fue un susurro. El fantasma de dolor cruzó su rostro, y una tristeza persistente se quedó en sus ojos, mientras se voltiaba para retirarse.

"¡Espera! No me des la espalda a mí! ", Gritó ella. Él no le hizo caso. "¡Cobarde!"
Itachi giro lentamente para mirar su cara. "Reya ... todavía no lo entiendes ... ¿verdad?", Preguntó, y Reya mantenia una mirada obstinada en sus ojos, para luego poner una mano delante de su cara, de la misma manera que había hecho años atrás.
Su reacción, sorprendió a itachi.

Caminó hacia adelante, sus ojos ya no tenian el rojo del sharingan, pero el negro de ónix, y le apretó la mano contra la de ella. Por unos instantes todo quedó en tranquilo y en silencio, como si el mundo hubiera dejado de girar ya que los dos estaban allí, las manos juntas, la forma en que sus manos estaban juntas, como cuando el era suyo, y ella era suya.

Luego se inclinó rápidamente Itachi y puso su boca fresca en la frente de Reya mientras ella permanecia ahí, sorprendida. Él esbozó una sonrisa, se dio media vuelta y camino hacia la noche, dejando a su amor aún temblando en la colina.

~

Durante las próximas semanas, Reya podía sentir la quemadura de su beso en la piel, donde quiera que iba. Era como una marca sobre su cabeza. Finalmente, se dirigio a buscarlo, ella tenía que volver a verlo.
Después de un poco de investigación, llegó al lugar que había sido visto por última vez.
Y lo que encontró la persiguiria el resto de su vida.

Ella vio a itachi, caido en el suelo. mientras veia como cierta persona con un parentesco a itachi se retiraba del lugar con las manos manchadas de sangre, y un grito rasgó su garganta mientras corría a su lado.

"Itachi" gimió y gritó al mismo tiempo.

Era un sonido extraño, uno de romper corazones. Que brevemente ella se preguntó cuántas veces itachi podia romper su corazon, pero descartó la idea. Se aferró al cuerpo de itachi, sollozando. Sus ojos parpadearon lentamente.

"Reia?" Se notó el esfuerzo que le tomó a él para hablar, sin ni siquiera respirar. "amor, no llores, por favor." Susurró, levantando una mano inerte de su cara y apretando su mejilla.

"amor?" Ella susurró, reuniendo todas las piezas de su destrozado corazon, preparándose para cuando seria desgarrado de nuevo. "Tú ... Todavía me quieres?"

Él asintió débilmente. "Siempre fui tuyo, Reya. Siempre, incluso cuando-"Él tosió sangre-" tu me odiabas. "
"Nunca te he odiado." Susurró ella. "Me odiaba a mi misma, Itachi."El trató de hablar, pero ella puso un dedo sobre sus labios temblorosos. "Me odiaba a mí misma ... porque yo no me atreví a odiarte. Me odiaba porque ... a pesar de todo, nunca he dejado de amarte, aunque debería haberlo hecho. "Empezó a llorar de nuevo.

"Silencio, amor, por favor." Susurró itachi. "Me voy a morir, Reya, pero siempre voy a ser tuyo."
Reya inclinó su rostro al de itachi y se besaron..., una vez más, apretandolo en sus brazos. Ella se apartó de el para limpiar una línea de sangre en la frente y sonreir débilmente.

"Te amo." Susurró itachi una vez más, y su mano se deslizó fuera de la cara Reia para caer al suelo. Con su último aliento, le dio un deseo, el deseo de su muerte.

"¿Recuerdas cuando eras mía. Y el se fue, dejando a la única persona que lo ama, la que arriesgaria todo para él, sollozando y con vida.

~ Tres años más tarde ~
Una mujer estaba en la cresta de una colina, tenia una sola flor en la mano. Se arrodilló en una piedra, una lápida en realidad, colocando la flor, y se fue sin decir palabra. La piedra tenía una sola inscripción:

Recuerdo cuando eras mío.
te amara siempre Reya...

Fin...


Mensaje: Espero que te haya gustado Heru!

Shou Hazama dio su cuerpo para salvar la vida de Shiina, ya que como el último Akumetsu que quedaba, debía morir. ¿Qué era más importante que morir al salvar la vida de aquella persona a la que quieres? En ese momento, cuando la muerte por fin lo alcanzó, el joven Shou vio sus cientos de vidas pasar frente a sus ojos, tantos amigos perdidos en el transcurso de la misma, la muerte de Katsuragi, sus amigos del salón 3-B de la escuela Tatehama del norte, pero en ese minuto, los pensamientos del último Shou se concentraban en aquella muchacha que le robó un beso de improviso, Shiina Nagasawa. Lo único que lamentaba era no poder verla en el lugar al que iba.

¿Cómo era la verdadera muerte? Él había muerto incontables veces en todos los atentados realizados por Akumetsu, pero ya sin la tecnología para "renacer", las dudas lo llenaron por un instante. ¿Qué se sentía estar muerto? ¿Realmente muerto? La vida de Shou Hazama se extinguió, dejándolo con aquella duda... Hasta que abrió los ojos.

-¿¡Qué dem...!? -Su primera reacción fue caer de espaldas. El dolor fue real, ¿acaso eso era morir? Su respiración agitada resonaba por aquella habitación de paredes blancas. No estaba muerto, ya no tenía duda alguna. ¿Cómo era eso posible? Se levantó rápidamente y se observó de pies a cabeza. La caída le dolió, sí, pero ya no tenía ninguna de las fatales heridas que había recibido antes de darle su cuerpo a Shiina. -No es posible... ¿Acaso existen más máquinas de clonación? -se preguntó a sí mismo sin tener una verdadera respuesta en ninguno de sus recuerdos. Bastante confundido pero habiendo recuperado su humor, debido al ya estar "acostumbrado" a revivir, comenzó a pasearse por aquella habitación y no se tardó en encontrar una puerta.

-Vaya error, se supone que debo morir... Pero quiero ver a Shiina una vez más antes de tener que hacerlo -dijo Shou en voz alta, pero para sí mismo debido a que se encontraba solo. Alzó la diestra y la colocó en el pomo de la puerta, el cual intentó girar, pero este no cedió. Este hecho lo hizo pensar. ¿Por qué habría un centro de clonación en un lugar del que no se puede salir? ¿Acaso había alguna parte del plan que desconocía? Regresó a la habitación en la que apareció por primera vez, esperando ver algo que lo guiara. Vio el ventanal y trató de abrirlo, pero al igual que la puerta, no abría. Después de numerosos intentos, entre los cuales usó golpes, patadas, brazos y piernas, e incluso cabeza, Shou llegó a una conclusión, la cual expresó mientras una gota de sudor recorría su frente adornada por un inflamado moretón. -Estoy encerrado.

El muchacho examinó aquella extraña habitación una vez más. Extraña en el sentido de que parecía ser totalmente común y corriente, no había nada dentro de ella a excepción de una gran esfera negra. Shou se acercó a ella y la observó por todos lados, pero era sólo una esfera negra. Este dio un suspiro antes de darle la espalda y tomar camino a la puerta, pero un sonido proveniente de esta lo paralizó en su lugar. Una vieja melodía que sonaba por la mañana en las radioestaciones. Shou se volteó a la esfera, preguntándose cómo es que podía emitir sonido si no poseía parlantes. La música se acabó de pronto y unas palabras en color verde aparecieron sobre la esfera.

Tu v1d4 d3b3rí4 h4b3r t3rm1n4d0 h4c3 much0, b4st4rd0.
S1n 3mb4rg0 t3 r0b4st3 m1 t3cn0l0gí4 y l0gr4st3 pr0l0ng4r tu v1d4.
4unqu3 pud1st3 d3sc1fr4r l0 b4s1c0, h4y much4s c0s4s qu3 n0 s4b3s d3 mí.
Y0 t4mb1én m3 h3 r0b4d0 tu t3cn0l0gí4, 4unqu3 cl4r0, n0 v0lv3rás 4 r3v1v1r.
Tu v1d4 h4 4c4b4d0.
Y0 d3c1d1ré c0m0 us4s tu nu3v4 v1d4.
4l m3n0s 3s4 3s l4 t30rí4.

El último Akumetsu palideció ante las palbras. ¿Que él se había robado la tecnología? Eso debía referirse a M. Gouda, pero entonces significaba que esa esfera existía hace muchísimo tiempo, y parecía que el tiempo no había pasado ni para ella ni para la habitación. Antes de poder seguir preguntándose y respondiéndose cosas, la esfera se abrió, revelando un arsenal de armas como nunca antes Shou había visto. Eran armas que sólo podían parecer en alguna clase de manga futurista como Apocalypse Zero. Sin embargo, también había una mochila propulsora como la que los Akumetsu usaban, además de una máscara de Akumetsu. Shou tomó la máscara y recordó las palabras de la esfera "yo también me he robado tu tecnología..." Tal vez se refería a eso.

En el lugar donde estaba la oscura máscara también había un maletín metálico con la palabra "Akumetsu" escrita en él. Shou dejó la máscara en su lugar y tomó el maletín, el cual abrió para sacar de su interior un traje negro con varios círculos. Shou no lo pensó mucho antes de cambiar sus ropas por aquél traje, ya que debía haber una razón por la que se encontraba allí. El traje se ajustaba perfectamente a su cuerpo. Las palabras en la esfera se borraron para luego mostrar otras más, acompañadas esta vez por una imagen.


Muy bi3n b4574rd0, 3573 35 7u 0bj37iv0.
N0mbr3: Akum4 A1i3n.
C4r4c73ri57ic45: Ambici050, d35h0n3570, 4535in0.
L3 gu574: E1 din3r0, 31 p0d3r.

Shou se sorprendió al ver el rostro de la esfera. Parecía ser un político, pero nunca antes lo había visto. Sin embargo, el sólo hecho de mirarlo le causaba repulsión, no tenía duda alguna de que era malvado, y era su trabajo de Akumetsu acabar con él. Aunque no podría ver a Shiina, Shou iba a morir para darle un Japón libre de todo mal. Tomó la máscara y se la colocó, sintiendo al instante el dolor de aquellas púas perforando su cráneo. La cosa iba en serio. Tomó la mochila de propulsión y las armas que pudo cargar. Sin embargo, hasta ese momento se fijó en la presencia de una puerta junto a la esfera, la cual se acercó para abrir, lográndolo sin dificultad. Shou sonrió y cruzó el umbral de la puerta sin dudar.

Diez de la noche, villa Hinohara, distrito Nishitama, Tokio.

Todo parecía tranquilo en la pequeña villa. Todo siempre era tranquilo en ella desde que fue adquirida por Watanabe Oshima a la fuerza, causando una enorme matanza para reemplazar a los más de 2000 habitantes por su enorme guardia personal. Este oscuro personaje tiene tanto dinero que maneja los medios a su antojo, por lo que nada de sus acciones es jamás conocido por nadie. El verdadero responsable de la pobreza en Japón, movió sus influencias en todos los poderes para aumentar su riqueza a niveles que cualquier otro hombre podría sólo imaginar. Con la mitad de su dinero podría sacar a Japón de la crisis, pero él se regocijaba con el sufrimiento de los demás. Mientras más dinero pudiera ganar, mejor.

-Al parecer la esfera negra no se equivocaba... Este es el pez gordo. -En un cerro aledaño a la residencia principal del cruel tirano se encontraba una persona con binoculares, observando cada movimiento de Oshima. Una sonrisa apareció en el rostro de este personaje, el cual se trataba de Shou. Con su máscara puesta y sobre una enorme motocicleta que poseía una rueda, bajó la colina. Su sombra se veía como la de un demonio dispuesto a destruir el mal, un Akumetsu.

Mensaje: Te amo ji! ♥