La noche es fría pero no deja de ser joven, la arena que años antes en el día era caliente ahora casi que me congela hasta la ultima parte de mi cuerpo. Ya no recuerdo cuando emprendí este viaje porque desde que lo hice solo pienso en terminarlo, es una tortura que ni yo ni nadie en este mundo o en otro podría soportar.
Después de caminar durante milenios por fin pude llegar a una estrecha taberna, era vieja, sucia y en un estado deplorable, casi igual a mi cuerpo, esa analogía me hizo esbozar una leve sonrisa pero enseguida me estremeció el pensar hacia cuanto que no reía, desde el origen de los tiempos quizás o desde el antes del antes, quien sabe, a fin de cuentas uno se tiene solo a uno mismo, lo demás es lo que te tiene a ti, lo único que verdaderamente tiene una persona es a ella misma.
Por dentro, aquella vieja taberna era peor que por fuera lo que indicaba que el interior mio era mucho peor que mi apariencia y para que esto fuere así realmente estaría mal, sin embargo no puedo abandonar mi existencia, por esa condena... la condena no me deja viajar, no me deja desprenderme de aquí y eso me llena de impotencia pero luego pienso que la condena es la vida de otros y eso no se puede romper.
En mis viajes aprendí que si eres la existencia de otro aprendes a valorar tu propia existencia hasta el punto no desearla mas, pensar que la existencia no es digna de el lugar que uno le da. Pero esa es la perdición y por eso mis viajes son inútiles, solo camino y camino, lo único bueno de esto es que no tengo rumbo solo dejo que el destino y el azar se fusionen y marquen el camino, mi camino... el tiempo.
Fin.