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 REMAKE--- Viento al Sur

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GSMatsuri
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MensajeTema: REMAKE--- Viento al Sur   REMAKE--- Viento al Sur I_icon_minitimeMar Sep 17 2013, 10:36

Bueno, les traigo el REMAKE de la historia, corregida y AUMENTADA,
en verdad AUMENTADA XD (no tanto como las magnificas historias de Ryo pero si que la hice larga XD) bueno espero les guste.


I
Pies descalzos

La historia que he de relatar ocurrió hace tantos y tantos años, que hace siglos se perdió en el tiempo. Es más antigua que el árbol más grande del planeta, tan antigua que los animales que habitaban en ese entonces son los abuelos de las especies actuales, tan antigua que ninguno de los hechos que he de narrar ocurrieron en alguna lengua existente actualmente, no existe humano en ningún lugar que la recuerde o la conozca aunque… afortunadamente aún existe un ser que la conoce y la cuenta cada noche aunque nadie lo escuche, yo, el viento.
Yo estuve ahí cuando todo ocurrió, yo lo vi todo, yo lo recuerdo, yo, el viento nunca me canso de contar esta maravillosa historia.
Aire que corre en todas direcciones, viento que te guiara al sur.

La vida de aquellos humanos no era como la actual, las tribus de aquel mundo antiguo vivían en armonía con la naturaleza, estaban al Norte las tribus que veneraban al fuego, vivían en el desierto y eran temidos guerreros, al Sur vivía la pacifica gente que escuchaba con atención al viento, al Este vivía la misteriosa gente del bosque, oculta entre las copas de los árboles se columpiaban cual monos sobre una aldea que no estaba al nivel del piso y en el Oeste se encontraban los extraños habitantes de las tribus del agua.

Pero la historia que hoy les contare no comenzó en ninguna de estas magnificas tribus, la historia que contare comenzó en la conocida Tierra de Nadie, aquella tierra que no veneraba a ningún elemento en particular, la gente de ese lugar pensaba que todos los elementos era de igual importancia y los 4 debían ser temidos, venerados y respetados.

Como ninguna de las 4 poderosas tribus creía en algo que resultaba tan “disparatado”, aquellos habitantes habían sido marginados en su propio territorio y a ellos nadie se aceraba, pero los habitantes de estas peculiares tierras no creían estar equivocados y durante centenares de años habían sobrevivido por sí mismos y con sus creencias intactas.

Sin embargo Tierra de Nadie eran un conjunto de pueblos supersticiosos y llegaban a ser crédulos, para la gente en Tierra de Nadie las cosas solo podían ser buenas o malas.

La vida de los hombres en Tierra de Nadie se basaba en dos cosas, su familia y su cosecha.

Todo comenzó un día ligeramente lluvioso como cualquiera. La pequeña casita humilde y medio desbarata estaba iluminada solo por unas pequeñas fogatas que también proporcionaban calor a la habitación. Cuahuitl  era un pueblo pobre, probablemente el más pobre de todo Tierra de Nadie, pocas personas fuera de sus habitantes conocía de la existencia de dicho pueblito y sus habitantes pocas veces se aventuraban a abandonar su lugar de nacimiento.

En esta pequeña casa se llevaba a cabo un acontecimiento sumamente esperado, el nacimiento de un niño, aquella noche no era una noche cualquiera Tierra de Nadie estaba de fiesta, la fiesta previa al día de la cosecha. Con la esperanza de que los la fuerza natural bendijera a la familia y al pueblo, en toda Tierra de Nadie se festejaba una gran fiesta en su honor. Al siguiente día, el día de la cosecha, las familias irían a recoger sus frutos esperando encontrarse con la mejor cosecha del año.

La primera cosecha era algo sumamente importante en Cuahuitl, se creía que la primera cosecha también decidía la suerte de la familia durante todo el año. Si la cosecha era buena, el año para la familia sería bueno pero si la cosecha era mala probablemente la familia sufriría desgracia tras desgracia.

Pero en ese momento a Metztli  no le preocupaba la cosecha ni la suerte de su familia o la del pueblo, lo único que tenía en mente era ver a su bebé en brazos. La anciana Yolotl , la partera de Cuahuitl, entro a la destartalada habitación moviendo la cabeza de un lado a otro y cantando una canción tan vieja como el tiempo.

—Sabia Yolotl… mi hijo ¿Nacerá pronto? — pregunto Metztli quien deseaba verlo ya y dejar de sufrir.

—Tu hijo nacerá a su tiempo, pero alégrate Metztli este niño nacerá el día de la cosecha y por lo tanto, creo que será sumamente afortunado— contestó Yolotl y siguió cantando.

Fuera de la habitación, y de la casa, la familia de Metztli, Xocoyotzin , su esposo, y la familia de su esposo esperaban impaciente la llegada de su hijo.

Pasaron varios minutos más hasta formar horas y horas, la anciana  Malinalli , madre de Metztli comenzaba a impacientarse, había caminado en círculos tantas veces que comenzaba a dejar el rastro de sus huellas en el jardín de su hija.

—Ese niño no nacerá hasta mañana, estoy segura— dijo Itzpapalotl , la madre de Xocoyotzin.

—Lo sé, lo sé… estoy segura que nos traerá  gran fortuna— contestó Malinalli mientras intentaba relajarse.

Xocoyotzin, quien no había dicho nada en todo el día, se levantó de la roca, mojado e impacientado, camino por el jardín esperando ver a su hijo.

Itzpapalotl tenía razón, el niño no nació hasta el día de la cosecha, justo a media noche. La noticia voló por todo Cuahuitl y el pueblito entero festejo el nacimiento de un niño quien, como superstición común, parecía estar destinado a algo sumamente grande.

Cuahuitl festejo el resto de la noche.

La familia estaba  feliz. Esperaban la mejor cosecha de todo el pueblo y de toda Tierra de Nadie pero cuando Xocoyotzin llegó al campo a recoger su cosecha al día siguiente, lo que encontró no era lo que esperaba, sobre sus frutos y sobre todos los del pueblo unos feos y negros pájaros de mirada atemorizante habían picoteado absolutamente todo, habían arrasado con todo.

No quedaba nada ni para Xocoyotzin ni para nadie en Cuahuitl.

°°°

Tlayolohtli  había sido el nombre que le habían dado al pequeño nacido en la noche de esa desgraciada cosecha. El pequeño vivía una infancia dura y solitaria, la gente de Cuahuitl lo culpaba a él y solo a él de la mala fortuna del pueblo y de toda Tierra de Nadie, desdé su nacimiento no había habido una sola buena cosecha en toda Tierra de Nadie.

Los padres de Tlayolohtli avergonzados de que su hijo fuera el acusado de la mala suerte del pueblo negaban, sin remordimiento, que el niño fuera su hijo.

Tlayolohtli se preguntaba todos los días al despertar porque ningún niño en el pueblo quería jugar con él o porque, ahora que había cumplido 6 años, su padre no lo llevaba con él a sembrar las semillas para la cosecha. Se había dado cuenta que en realidad nadie lo quería tener cerca y cuando cumplió 9 años se había dado por vencido en su intento de agradarle a las personas.

—Abuela Itzpapalotl ¿Por qué mi padre ha llevado a mi hermano a recoger la cosecha y no a mí? Soy 3 años mayor que Jo— preguntó Tlayolohtli en la mañana de la 10 cosecha desde su nacimiento.

—No lo sé, no lo sé— respondió la agotada anciana mientras encendía añadía ramas al fuego que su nieto había encendido.

— Abuela Itzpapalotl ¿Por qué nadie en el pueblo quiere jugar conmigo?— preguntó el niño.

—No lo sé, no lo sé.

—Abuela…

—Dime Tlayolohtli

—Eres muy mala mentirosa— le dijo él sonriendo.

La anciana sonrió y siguió tarareando una antigua canción mientras sus ya torpes manos tallaban un trozo de madera.

—Tlayolohtli.

—Dime abuela.

—Ve al pueblo y pide a mi viejo amigo Sa un poco de carne, cocinare algo por tu cumpleaños— dijo la abuela sonriendo.

El niño salió de prisa de la casa de su abuela y se dirigió al pueblo ansioso de comer algo que su abuela cocinaría para él.

El anciano Sa, sentado en un banco de madera frente a su vieja casa tarareaba en voz baja la misma canción que la vieja abuela había cantado minutos atrás.

—Anciano Sa— dijo Tlayolohtli tímidamente pero el anciano pareció no escucharlo —Anciano Sa— dijo de nuevo pero el resultado fue el mismo —¡Anciano Sa!— grito Tlayolohtli, el anciano levanto una ceja y sonrió.

— Palanqui  ¿Qué haces por aquí muchacho?—
El muchacho sonrió tímidamente, Palanqui era el nombre que le decían en el pueblo, Tlayolohtli nunca había comprendido por qué el pueblo lo conocía por un nombre tan desgraciado como ese pero cuando tenía 7 se rindió en su búsqueda de encontrar la razón y había aceptado que todo Cuahuitl le llamara Palanqui, nombre que significaba podrido.

—Mi abuela me ha mandado a pedirle un poco de carne, hoy es mi cumpleaños— dijo el niño sonriendo tan amablemente como podía.

—Lo sé, hoy fue el día de la cosecha— el anciano Sa movió su brazo para tomar su bastón de madera pero no se levantó sino que golpeo varias veces las paredes de su desgastada casa —¡Ollin !— grito Sa roncamente —Levántate Ollin—
Salió de la casa un fuerte joven de 16 años, de espalda ancha y hombros fuertes pero su rostro estaba tan quemado por el Sol que los rasgos de su cara, que tal vez fueron bellos en algún momento se habían opacado.

Su nombre era Ollin, que significaba movimiento y el nombre le quedaba perfecto. En sus mejores días Sa había sido el cazador de Cuahuitl, el hombre que suministraba carne el pueblo, pero ahora ya envejecido y su hijo fallecido su nieto Ollin era el nuevo suministrador de carne en el pueblo. Ser cazador no era una actividad común en Cuahuitl y de hecho no existía nadie más que Ollin que se aventurara a cazar en el bosque, pero el pueblo era tan pequeño que en realidad no se necesitaba más.

—Palanqui ¿Necesitas algo?— pregunto Ollin tallándose los ojos, era claro que el joven acababa de despertar de un buen sueño.

Tlayolohtli sonrió amablemente, aunque Ollin al igual que todos le llamaba Palanqui él solía tratarlo como una persona normal y no como un extraño espécimen del que debían alejarse.

—Tráele un poco de carne a Palanqui— dijo Sa sin dejar al niño responder.
Ollin sonrió un poco y entro de nuevo a la casa, unos segundos más tarde el joven salió de la casa con un pedazo de carne envuelto en una manta.

—Feliz cumpleaños, Palanqui— dijo Ollin entregándole la carne —La he cazado hoy por la mañana, es la mejor— Palanqui tomó la carne con gusto y la apretó contra su pecho.

—Salúdame a la tu anciana abuela y dile que espero su pronta visita— dijo Sa con su grave voz ronca.

Tlayolohtli hizo una prolongada reverencia y tomo el camino de vuelta a casa de su abuela.

—Hoy es tu cumpleaños Pa-lan-qui— dijo un niño sentado frente a su casa, en su cara tenía una expresión de asco.

—Pa-lan-qui— repitió su hermana enseñando la lengua como escupiendo ese nombre el suelo.

— ¿Qué llevas ahí Palanqui? ¿Carne? ¿Para festejar tu desgraciado cumpleaños?— pregunto el niño mientras se acercaba a pasos grandes a Tlayolohtli y de un manotazo arrancaba de los brazos del niño el pedazo de carne.

—Deberías irte de aquí con tu mala fortuna— el niño tomo el pedazo de carne —Ollin debió escupir en esto antes de dártelo— agrego el niño y tiro la carne al piso.

—Hermano, nos llaman ¡Vamos!— grito la niña y los hermanos regresaron a su casa dejando a Tlayolohtli y a la carne en el piso.

El niño la recogió de inmediato y logro limpiar gran parte de ella pero dudaba si aún era comestible.

—Debí envolverla mejor.

Tlayolohtli miro a Ollin acerarse y sonrió.

—No, no, no, está bien— dijo Tlayolohtli ocultando la carne detrás de sí mismo.

—Te llevare a casa de la vieja Itzpapalotl y te enseñare a limpiar la carne como se debe— antes de que Tlayolohtli pudiera contestar Ollin ya se había puesto en marcha rumbo a casa de Itzpapalotl.

La anciana los vio llegar y aún con sus torpes y desgastados movimientos salió de su casa para saludarlos.

—Ollin, no era necesario que acompañaras a mi nieto— dijo la anciana

—No es nada, he venido a enseñarle como se debe limpiar la carne— dijo el muchacho.

—Un arte necesario de conocer si se quiere sobrevivir fuera de Cuahuitl— dijo la anciana mientras se sentaba sobre un tronco frente a la fogata donde cocinaría la carne.

—¿Por qué saldría de aquí, abuela?— pregunto Tlayolohtli extrañado.

—No lo sé, no lo sé.

Ollin rio entre dientes y saco de sus vestimentas una afilada herramienta. —Observa bien Palanqui— Ollin tomo la afilada herramienta y corto esas partes que se veían podrirías, adelgazo aquellas que se veían muy gruesas y aplasto aquellas que eran muy largas —Inténtalo tú ahora— Palanqui lo intento pero solo lo logró parcialmente —Aprenderás con el tiempo— dijo el muchacho y paso la carne ya cortada y limpia a la abuela para que ella cocinara —Me retiro anciana Itzpapalotl, ha sido un placer verla— se despidió el joven para luego marchaste.

—Abuela Itzpapalotl.

—Dime Tlayolohtli.

—¿Por qué es Ollin tan fuerte?

—No lo sé, no lo sé.

Tlayolohtli miro con detenimiento como su abuela asaba la carne sobre el fuego.
La cosecha, como desde hace 10 años, había sido mala pero suficiente para sobrevivir unos meses.

Tlayolohtli vagaba por el pueblo mirando, como siempre, a los pies de todos.

—Tropezaras con alguien si no ves al frente— dijo Ollin parándose justo frente a Tlayolohtli

—Bueno días Ollin.

—Dime Palanqui, ¿esa cara de tristeza es pasajera es tu expresión habitual?—
Tlayolohtli lo pensó un momento —No lo sé— Ollin sonrió — ¿Has vuelto de cazar?—

—No, apenas me dirigía ahí ¿Quieres venir?

—¿Yo?—

—¿Conoces a alguien más que se llama Palanqui?— pregunto Ollin.  

Tlayolohtli sonrió y siguió al fuerte Ollin.

—¿Cazar es sencillo?— pregunto Tlayolohtli

—RiesgosO es una mejor palabra— respondió Ollin

—¿Te da miedo cazar?

—No, hay diferencia entre miedo y peligro.

Caminaron tanto dentro del bosque que Tlayolohtli se preguntó varias veces si no se habían perdido.

—¿Estamos perdidos Ollin?— se aventuró el niño a preguntar.

—No puedes perderte si no conoces a dónde vas.

—¿No sabes a dónde vamos?

—Por supuesto que no ¿Cómo sabría yo donde están los animales?

—¿Entonces como los encuentras?

—Escuchando con atención.

Unas ramas crujieron, Ollin quedo en total silencio, con el bosque rodeándolo por instinto Tlayolohtli también dejo de moverse y por un momento ni siquiera respiro.
Ollin se movió en silencio, con su afilada herramienta en una mano y una cuerda en la otra. Giro sobre sus talones y se colocó detrás de un árbol tan silenciosamente que parecía formar parte del mismo árbol.

El enorme venado paso justo a un lado del árbol y Ollin se lanzó a él, apretó la cuerda contra el cuello del animal y hundió sobre su cuello la afilada herramienta, el animal cayo inmóvil hacia un costado y Ollin se arrodillo junto al enorme venado.
Tlayolohtli estaba petrificado y le tomo unos segundo darse cuenta que Ollin le pedía que se acercara.

—Gracias madre bosque por dejarnos alimentar hoy con este hermoso animal— dijo Ollin y acarició el pelaje del animal. —Agradecerle al bosque que nos permita cazar es lo que nos mantiene con vida, no lo olvides Palanqui—

Tlayolohtli asintió

Después de haber dejado la carne en la casa de Sa, Tlayolohtli había vuelto a casa de su abuela Itzpapalotl y le había relatado su experiencia viendo cazar a Ollin.

—Vaya Ollin sí que es un gran joven— dijo la anciana mientras tomaba de un árbol unas ramas secas y las daba a su nieto para luego llevarlas a casa —Deberías aprender de él—

—¿A cazar?

—Exactamente.

—¿Para que querría yo cazar, abuela?

—No lo sé, no lo sé.

—Abuela…

—Dime Tlayolohtli.

—¿Por qué nada cubre nuestros pies?— pregunto Tlayolohtli —Y no digas que no lo sabes.

La anciana sonrió y comenzó a tararear su canción favorita.

—Cierra los ojos Tlayolohtli y cubre tus oídos— dijo su abuela

—¿Para qué abuela?—

—Hazlo—

Tlayolohtli dejo las ramas de árbol a un lado, cerró los ojos y cubrió sus oídos, silencio. Nada más. Nervioso por aquel extraño silencio y esa desconocida oscuridad Tlayolohtli movió los dedos de los pies y una sensación de seguridad invadió sus ser, tal vez no podía ver ni escuchar pero la tierra bajo sus pies era algo conocido, un recordatorio que le recordaba que estaba a salvo.
Descubrió sus oídos y abrió sus ojos.

—Tus pies descalzos te guiaran mejor que tus ojos y tus oídos, si sabes dónde pisas, sabes dónde estás y a dónde iras—

—Entiendo— dijo Tlayolohtli sonriendo mientras volvía a tomar las ramas y caminaba de vuelta a casa con su anciana abuela recargada en su brazo.

°°°

Unas semanas después Tlayolohtli se encontraba sentado fuera de la casa de su abuela Itzpapalotl tallando un pedazo de madera con algo mucho menos afilado que el utensilio que usaba Ollin para cazar. Anochecería pronto y su abuela avivaba el fuego dentro de la casa con unas cuantas ramas que su nieto había traído por la mañana.

—¡Palanqui!— grito alguien y Tlayolohtli movió rápidamente su cabeza en dirección a dos hombres que se acercaban lentamente hacía la casa de la abuela.

—¡Ollin, anciano Sa!— grito Tlayolohtli emocionado y corrió hasta ambos hombres para ayudar al anciano Sa seguir su camino.

La vieja Itzpapalotl los esperaba a la entrada de la humilde casa —Mi viejo amigo Sa ¿Qué te trae por aquí?—

—Noticias, noticias— respondió la gruesa voz del anciano Sa, la vieja Itzpapalotl palideció de repente.

Cuando el anciano Sa llegó hasta la casa y se sentó en un tronco frente al fuego. Ollin acomodo en su hombro un extraño instrumento —Hoy comenzará tu entrenamiento.

Tlayolohtli levanto una ceja extrañado por el cometario —¿Entrenar? ¿Para qué?—
—¡Para ser cazador! ¿Para qué podría ser?— gruño Sa

—¿Yo un cazador?

—Sí, tú— respondió Ollin

—Pero ¿Por qué yo?—

—¿Por qué no?— gruño Sa

La vieja Itzpapalotl miro a su nieto —Ve con Ollin, sin quejas— dijo amablemente aunque en su voz se percibía un tono de urgencia que Tlayolohtli jamás había oído en su abuela.

Ollin y Tlayolohtli salieron de la casa.

—¿Por qué me entrenaras para ser un cazador?

—Porque eso me ha dicho me abuelo que haga y eso haré.

—¿Así nada más?

—Así nada más.

Ollin llevó a Tlayolohtli entre los árboles, el lugar donde se detuvieron no tenía nada de especial a los ojos de Tlayolohtli.

—Esto muchacho, es un arco y estas muchacho, son flechas. Bien utilizadas son mortales para cualquier animal—

Tlayolohtli alargo sus manos para tomar el arco que Ollin le mostraba pero el joven rio y lo volvió a colgar en su hombro.

—Antes de poder siquiera tocarlo debes aprender muchas cosas más. Este es el único arco en todo Cuahuitl, ¿No creerás que te lo voy a dar así como así, verdad?—

Tlayolohtli miro el arco un momento —¿Quién te enseño a cazar, Ollin?

—Mi padre fue.

—¿Y a él le enseño el viejo Sa?

—Exactamente

—¿Y quién le enseño al viejo Sa?
Ollin se movió silencio hacia un árbol frente a Tlayolohtli —Si algún día logras lanzar una flecha decentemente, te lo diré—

Tlayolohtli se acomodó el cabello con una mano, señal de que estaba nervioso y luego sonrió decididamente. —¿Cómo se dispara un arco?

°°°

—¿Correr? ¿Por qué tengo que correr?— pregunto Tlayolohtli

—Un cazador debe ser capaz de correr, si no logras atrapar a tu presa y ella te persigue, tú te convertirás en la comida— Ollin se sentó sobre una roca —Ahora a correr.

Tlayolohtli lo miro con una extraña expresión de enfado pero trago sus palabras y comenzó a correr en el circuito que Ollin le había marcado anteriormente. — ¿Cuánto debo correr?

—Hasta que tus piernas se doblen y caigas.

Tlayolohtli no tuvo más remedio que hacer eso, corrió una y otra y otra y otra y otra vez, y cuando no pudo respirar más Ollin lo obligo a correr una vez más.

—¿Así es como entrenaste tú?— pregunto Tlayolohtli cuando Ollin lo dejo sentarse junto a él.

—¡Oh no! Mi padre me hizo subir un monte una y otra vez corriendo.

Tlayolohtli cerró los ojos y quedo dormido al instante.

Ollin cargó al niño hasta casa de la anciana Itzpapalotl donde ella y Sa hablaban en susurros.

— ¿Llevan todo este tiempo hablando?— pregunto Ollin mientras dejaba al pequeño Tlayolohtli sobre las telas que la abuela usaba como cama.

—Las noticias que me han traído merecen ser discutidas por mucho tiempo— gruño Sa

Ollin levanto los hombros —¿En verdad debo entrar a Palanqui?

—Es más que necesario, pronto tendrá que dejar no solo el pueblo sino también Tierra de Nadie, no durara ni un día si no se puede alimentar.

—¿Por qué no solo voy con él? Así estaría más protegido.

—No, ese no es tu deber— gruño Sa, Ollin se sentó en un pedazo de troco enojado por la negativa de su abuelo pero escuchó con atención lo que los ancianos hablaban.

—¿La fuente es confiable? ¿Estás seguro que lo que te dijo es verdad?— pregunto la abuela Itzpapalotl

—No hay duda, es el nieto de uno de mis conocidos ¿Por qué viajaría desde el desierto del fuego para informarme una mentira?— Sa pareció ofendido pero la anciana rio ante la expresión de su viejo amigo.

—No lo sé, no lo sé.

°°°

A la mañana siguiente, en el centro de Cuahuitl un hombre daba de que hablar.

Tenía una idea, que si bien no era nueva, era la primera vez que se había pronunciado en voz alta.

—La desgracia la ha traído ese niño, eso es claro, si lo matamos… el problema terminara ¡Y todo volverá a ser como antes!

Los susurros de aprobación no se hicieron esperar pero para Xiuhcoatl  los susurros no eran suficientes, el necesitaba escuchar gritos.

—¡No los escucho! — grito Xiuhcoatl quien en verdad tenía una lengua tan ágil como la de una serpiente, capaz de convencer a todo un pueblo a cometer una verdadera atrocidad —Apenas la vieja Itzpapalotl muera nosotros iremos a cazar a Palanqui— dijo la serpiente y los gritos no se hicieron esperar.

Pese a los deseos de Xiuhcoatl la anciana Itzpapalotl se resistió a morir durante esa temporada de cosechas y la siguiente y la siguiente sin embargo mientras más vieja se hacía Itzpapalotl el enojo de Xiuhcoatl y la desesperación por las malas cosechas de todos los pueblerinos no hacía más que aumentar.

°°°

—¡Muévete!— la piedra chocó contra el árbol justo por encima de la cabeza de Tlayolohtli. Palanqui se movió a su izquierda, salto justo a tiempo para esquivar la piedra que Ollin había lanzado a sus pies. Tres piedras más se estrellaron en el árbol a unos centímetros de Tlayolohtli y una más golpeo con dureza la rodilla del muchacho pero Palanqui reprimió el dolor y tomo la misma piedra que lo había golpeado y escalo un árbol. —No recuerdo haberte enseñado a trepar árboles— dijo Ollin complacido pero no hubo respuesta, Ollin guardo silencio pero Tlayolohtli hacia lo mismo y el joven cazador no pudo localizar o ver movimiento alguno del niño.

La piedra se estrelló contra el hombro de Ollin con tal fuerza y tanta velocidad que el cazador no fue capaz de moverse para esquivarla.

Ollin tomo su hombro e intentó no quejarse pero el golpe innegablemente le había dolido. Tlayolohtli asomó la cabeza entre los árboles y un furioso Ollin lanzó una piedra justo a la cara del niño pero sorpresivamente el muchacho la esquivo sin mayor dificultad y lanzó una piedra que dio justo en el estómago de Ollin.

—Si eso hubiera sido una flecha. Estarías muerto— dijo Tlayolohtli, a Ollin no le quedo más que reír y asentir.

—Baja muchacho. Es momento de entrenar algo diferente—

Tlayolohtli bajo del árbol de un gran salto, sus ojos iluminados por la emoción de entrenar algo diferente.

Ollin observo unos segundos a su estudiante, lo había entrenado durante 3 años, Tlayolohtli había dejado de ser el pequeño niño bajito que había conocido, su postura era recta, sus hombros y sus brazos denotaban fuerza, no tanto como la de Ollin, pero fuertes al fin, también se había vuelto un maestro en el uso del cuchillo pues incluso había tenido verdaderas peleas con Ollin y ambos habían salido lastimados pero lo que Ollin más admiraba de su estudiante era su inigualable velocidad y la habilidad de escalar árboles, habilidad que Ollin no poseían.

—¿Aprenderé a usar el arco?— preguntó el muchacho

—Exactamente pero será mañana, hoy debemos festejar tu cumpleaños número 13 en casa de la abuela Itzpapalotl—

Ambos cazadores volvieron a casa de la abuela, donde ella y el viejo Sa tarareaban animadamente la misma canción que tarareaban todos los días.

—Jóvenes cazadores, han vuelto— dijo Sa —Parece que el muchacho al fin te ha dado un buen golpe— rio el anciano y Ollin torció la boca disgustado —Lo has entrenado bien.

La anciana Itzpapalotl coloco sobre los cuencos de madera la carne cocida que Ollin había traído muy por la mañana.

Las cuatro personas cantaron y rieron aquella noche festejando el cumpleaños número 13 del joven Tlayolohtli.

Ollin y el viejo Sa partieron de casa de la anciana Itzpapalotl cuando la Luna ya había hecho su aparición.

—Descansa cuanto puedas Palanqui, mañana será un día duro— dijo Ollin mientras se perdía en la oscuridad de la noche.

°°°

Sa y Ollin caminaban rumbo a su casa por el bosque, la casa de la abuela siempre había estado apartada del pueblo. El viejo Sa se detuvo en seco y miro a su nieto Ollin quien ya tenía entre sus manos el cuchillo para defenderse.

Las pisadas del animal se hicieron más y más fuertes, anunciaba su venida sin temor a nadie.

—Anciano Sa— dijo una voz que Ollin había escuchado 3 años atrás.

De entre los árboles un enorme animal color rojo, parecido a los lobos que conocemos actualmente pero tres veces más grande, salió con un hombre en su espalda, montaba el animal con el pecho recargado sobre el éste.

—Son amigos, son amigos. No debes atacar— dijo el hombre sobre el animal, posteriormente bajo de este y el animal se quedó a su lado examinando con el olfato a Ollin y a Sa.

Sa miro al animal incrédulo y sonrió —¿Un regalo de la tribu del aire?
—Creo que un préstamo podría ser una mejor definición.

—¿Qué es?— pregunto Ollin mirando al animal, examinándolo como si quisiera saber el mejor lugar para atacarlo.

—Es un Lon, ese es el nombre que le dan en la tribu del Sur, nunca había visto un animal como este, pero son sumamente fieles a su amo y feroces contra quien esa— dijo el muchacho.

Cuando la Luna iluminó el rostro del jinete Ollin notó que este no podía ser mucho mayor que él.

—Pensé que a los Lon solo podían ser montados por gente del Sur— gruño Sa con un notable toque de desconfianza.

—En estos nuevos tiempos se necesitan hacer excepciones— respondió el joven.

—¿Ha sido agradable tu estadía en las Tierra del Sur?— pregunto Sa intentando sonar cortes.

—Lo ha sido, con mi segundo hijo próximo a nacer, tengo ciertamente, pocas ganas de volver a casa— Sa se mostró notablemente sorprendido —Pero ¿Quién más podría comunicar noticas al Norte? Nadie más sabe el camino.

—Vaya, ¿Has tomado de esposa a una mujer del Sur?— pregunto Ollin, el jinete asintió sonriendo, mostrándose orgulloso de su logro personal.

—Pero no vuelves al Norte para mostrar a tu nuevo animal y comunicar la noticia de tu nueva familia ¿Dime, a que vuelves, Te?—

—Los líderes del Sur han aceptado la propuesta del Norte— respondió Te con una enigmática sonrisa.

—Han tardado 3 años en tomar una decisión definitiva ¿A qué se debió su decisión final?— preguntó Sa.

—La sabia anciana Shedy  ha fallecido. Fue su última voluntad ¿O me equivoco Te?— la vieja Itzpapalotl surgió de entre los árboles como una sombra. Nadie había notado su llegada aún con su torpe andar.

Te hizo una pequeña reverencia —No, lo que dice es lo cierto.

—Nuestro tiempo de vida se está acabando mi viejo amigo Sa, Shedy ha sido la segunda de los 4 en partir— dijo la abuela.

Sa rio toscamente y asintió sonriendo —Ya somos viejos para el mundo. No hay duda.

Te miró a su Lon —Debe seguir mi camino— anunció el jinete —La sabia anciana Shedy me pidió que les diera el siguiente mensaje anciano Sa, anciana Itzpapalotl— como no hubo respuesta de los ancianos Te continuo —“Fui feliz”—

—¿Solo eso?— grupo Sa

—Solo eso.

—¡Vaya vieja! Después de todo lo que hicimos por ella se despide de nosotros con 2 palabras— gruño Sa, sonriendo. Itzpapalotl rió.

Ni Te ni Ollin entendieron la reacción de los ancianos pero no preguntaron nada por respeto.

Te monto a su Lon.

Ollin se disponía a despedirse con una corta reverencia.

—No hay necesidad de despedirse joven Ollin, tú y el joven Se te volverán a ver más pronto de lo que imaginas— anunció la abuela Itzpapalotl.

—Espero con ansias ese día— contestó Te, Ollin sonrió con orgullo.

—¡Que el viento los lleve lejos y el fuego les de valor!— grito Te cuando su Lo salto por encima de la cabeza de Ollin y continuo su viaje por el bosque.

—El Sur se ha unido a fin— concluyó Sa mirando detenidamente el sendero que por el que Te había desaparecido.

°°°

Tlayolohtli despertó antes de que el Sol saliera, sus pies descalzos resintieron el frio pero al joven no le importo estaba demasiado emocionado por su nuevo entrenamiento como para prestar atención en el clima. La abuela Itzpapalotl le entrego a su nieto un cuenco de madera con comida.

—Debes irte pronto, no hagas esperar a Ollin— dijo la anciana. Apenas Tlayolohtli termino sus alimentos salió de la destartalada casa rumbo al bosque en busca de Ollin

Ahí estaba el cazador, parado sobre una roca, inmóvil.

—¿Has desayunado bien?— preguntó el cazador.

—Sí.

—Bien, entonces es momento de comenzar— Ollin tomo el arco, cargo la flecha y la disparo al árbol, la fecha se incrusto en el árbol detrás de Tlayolohtli.

—Tu entrenamiento concluirá cuando seas capaz de atravesar mi flecha con una tuya.

Tlayolohtli miro la flecha detenidamente —Estas loco— Ollin rio.

Ollin solo había llevado dos flechas ese día, una estaba quieta en el árbol y la segunda la usaba Tlayolohtli para intentar darle a la primera, el problema es que cada vez que la flecha era lanzada y no acertaba Tlayolohtli debía ir a buscarla para volver a intentarlo. Ollin miraba a su estudiante riendo cada vez que el joven lanzaba la flecha tan erróneamente que tardaba varios minutos en hallarla.

Tlayolohtli volvió con la flecha por enésima vez y harto de sus múltiples fracasos se sentó en la piedra donde había encontrado a Ollin.

—¿Qué estoy haciendo mal?— el joven miro el arco en su mano derecha y lo apretó con fuerza —Lo sostengo como lo haces tú, y me concentro en el blanco ¡Por qué se desvía!— Tlayolohtli miro la flecha —Cada vez se desvía más a la… derecha.

Ollin sonrió con suficiencia.

El muchacho se levantó rápidamente, tomo el arco, cargo la flecha, apunto ligeramente a la izquierda de la primera flecha y al disparar la flecha se incrusto a unos centímetros de la original.

—¡Le he dado al árbol por primera vez!— grito el muchacho

—Suficiente por hoy.

Tlayolohtli devolvió el arco a su propietario mientras que Ollin sacaba la segunda flecha del primer árbol.

—Volvamos con la abuela seguramente habrá preparado algo de cenar.

°°°

—Debes tallar despacio, no deben ser débiles para doblarse pero no deben ser pesadas o no podrás dispararlas— Itzpapalotl observaba con atención las manos de su nieto, tallando la resistente madera para darle forma de flecha.

Tlayolohtli estaba completamente concentrado, con su afilado cuchillo daba forma a la madera, el primer día aquello le había resultado en extremo difícil, la madera no quería ceder a su cuchillo y en lugar de eso se había cortado las manos en varias ocasiones, pero con el paso de los días el asunto se volvía cada vez más sencillo.

—¿Abuela, como es que tú sabes tallar flechas? Y no digas que no lo sabes— pregunto el joven una tarde cuando ya no había suficiente luz para seguir su elaborada tarea.

—Bueno siempre me ha gustado tallar madera— dijo la mujer señalando con el dedo el adorno de madera que usaba como collar, un bello árbol que había sido tallado con sus propias manos —Así que solía crear flechas para tu abuelo y el viejo Sa.

—¿Mi abuelo era cazador?— pregunto el joven emocionado.

—Podría decirse que sí.

—¿También sabes hacer arcos, abuela?—

—Sí pero nunca he logrado hacer uno realmente útil, los que fabricaba solían romperse con facilidad. Nunca pude imitar el arco del viejo Sa.

—¿El viejo Sa hizo su arco?

—No, fue fabricado en el desierto del fuego, es por eso que es tan resistente, los guerreros del desierto tienen la técnica correcta para fabricar armas.

—¿El anciano Sa viajo hasta el desierto del Norte?—

—No, el nació allí.

—¿Nació allí?

—Sí. Ahora si no te importa Tlayolohtli guarda silencio o déjame dormir, esta anciana está ya muy cansada.

Los gastados pies de la mujer se movieron hacia una segunda habitación donde la abuela dormía

°°°

A la mañana siguiente Tlayolohtli tomo las flechas que había tallado el día anterior y camino al bosque en busca de Ollin, habían pasado 2 meses desde su último entrenamiento porque Ollin había estado demasiado ocupado en el pueblo  como para encargarse de su joven estudiante. Cuando Tlayolohtli al fin vio a Ollin sentado sobre la piedra frente a la primera flecha aún incrustada se sintió contento de reanudar sus entrenamientos.

—¿Qué es lo que cargas ahí?— pregunto Ollin mirando la mano de su alumno
—Flechas, mi abuela me ha estado enseñando a hacerlas— las entrego a su maestro —¿Qué te parecen?

Ollin examino detenidamente todas y cada una de las flechas —Son excelentes, la anciana Itzpapalotl te ha enseñado muy bien. ¿Te gustaría practicar con tus propias flechas hoy?

Tlayolohtli complacido con la idea, tomo el arco de manos de Ollin, cargo su flecha e intento darle a la flecha de Ollin.

A medio día el maestro había cazado un pequeño conejo, habían encendido fuego y habían cocinado la carne para comer ahí.

Mientras Ollin examinaba de nuevo las flechas creadas por Tlayolohtli, Palanqui miraba detenidamente los pies del joven cazador.

—¿Has viajado muy lejos, Ollin?

Ollin levanto una ceja

—Tus pies… se ven mucho más maltratados que de costumbre.

Ollin acaricio sus pies con sus manos —He ido a diferentes pueblos de Tierra de Nadie.

—¿A qué?

—A observar

—¿Observar, qué?

—Sólo observar— el tono cortante de Ollin le hizo entender a Tlayolohtli que el cazador no pensaba revelar nada más de su viaje así que el joven siguió comiendo su pedazo de carne.

°°°

Por la noche, cuando el Sol ya se había ocultado por completo Tlayolohtli llego a casa de su abuela cargando sus flechas. La anciana lo miro con amabilidad. El joven se sentó en un tronco cortado.

—Te tengo un regalo— la anciana extendió su brazo y abrió su mano, era  una pequeña flecha, diminuta, tallada en madera, en el centro un pequeño aro tallado de la misma flecha unía a la flecha con una resistente cuerda de cuero. Tlayolohtli la tomo con delicadeza esperando que la fecha no se rompiera, pero no lo hizo, estaba hecha de una madera bastante resistente, era un trabajo excelente, admirable para haber sido hecha por una anciana que se movía con pasos torpes.
—Es hermosa abuela, muchas gracias.

La sonrisa de la anciana reflejo gran orgullo y alegría y casi de inmediato se retiró a dormir.

Con la pequeña flecha colgada al cuello y las grandes flechas en la mano Tlayolohtli fue a encontrarse con su buen maestro Ollin.

En el camino Tlayolohtli tuvo un extraño pensamiento.

Sa sabía cazar porque venía del Norte. Nadie más en el pueblo tallaba madera con tanta precisión como su anciana abuela ¿Habría nacido ella en el Este?

—Le preguntare al volver— pensó en voz alta.

Ollin perturbo sus pensamientos.

—Hoy debes acertar en la flecha.

Tlayolohtli miro decididamente a su maestro, tomo el arco, cargo la flecha y disparo, centímetros faltaron, disparo de nuevo, nada…

El Sol estaba por desaparecer del cielo, Tlayolohtli supo que le quedaban pocos minutos para lograr su cometido, una vez que la luz hubiera desaparecido no habría forma de lograrlo.

Cargo la flecha, fijo el objetivo, era su última flecha, lo sabía. Ollin observaba con atención. Tlayolohtli respiro profundamente y disparó.
Falló, por menos del ancho de un dedo.


Derrotado Tlayolohtli volvió a casa de su abuela, aunque Ollin lo había felicitado por su gran progreso Tlayolohtli se sentía decepcionado. No lo había logrado. Su suerte lo había traicionado. Palanqui.

El joven entro a casa de su abuela y arrojo las flechas por el piso. El fuego que daba calor a la casa no estaba encendido.

—¿Abuela?

En respuesta hubo un quejido proveniente de la segunda habitación. Tlayolohtli corrió hasta su abuela, sobre sus mantas la anciana apenas se movía y su respiración era lenta y pausada.

—Abuela…

La mujer sonrió amablemente —No llores nieto mío— dijo con dificultad —No temas por mí— el aire se escapaba de los pulmones de la sabia mujer —Morir es como respirar, necesario y natural— la anciana movió su mano torpemente apuntando a una esquina en la habitación pero Tlayolohtli no movió ni un músculo, sus ojos contemplaban la cara de su anciana abuela —Suerte— fue lo último que dijo la anciana Itzpapalotl antes de cerrar los ojos y exhalar aire por última vez.
Tlayolohtli lloró amargamente y ruidosamente, como un bebé cuando se siente solo. Cuando logro calmarse se fijó de nuevo en su abuela, sonreía.

¿Por qué sonreía si estaba muerta?

—¿Suerte? ¿Para qué necesito suerte?— pensó Tlayolohtli en voz alta, aún entre sollozos.

Miro la mano de su abuela, aun apuntando a la esquina de la habitación. Ahí recargada sobre la pared un alargado cuenco reposaba sobre la pared. El joven se precipito a tomarlo.

No  era un cuenco, pero definitivamente debía servir para guardar cosas, una resistente cuerda de cuero estaba amarrada al extraño instrumento, diseñado para colgarse a la espalda.

—¡Tienes que correr Tlayolohtli!— la voz de Ollin llego desde fuera de la casa. Pero Tlayolohtli no pudo moverse rápido, torpemente salió de la habitación de su abuela con el alargado tubo en una mano.
Ollin llego a la entrada de la casa, agitado, había corrido más rápido de lo que jamás lo había hecho.

—¡Corre!— Ollin se inclinó rápidamente y tomo las flechas fabricadas por Tlayolohtli, el joven aún no reaccionaba, solo estaba ahí, de pie sin hacer ningún ruido o movimiento. Ollin tomo las flechas y las coloco en el alargado cuenco que Tlayolohtli sostenía.

El arco también entro en el cuenco, Tlayolohtli ni siquiera había notado que hasta ese momento el arco había estado colgado en el hombro del cazador.

—¡Muévete!— grito Ollin desesperado pero el joven no se movió ni un centímetro —¡MUÉVETE!— grito Ollin de nuevo y esta vez su puño se estrelló contra la mejilla del muchacho.

Tlayolohtli dio dos pasos hacia atrás, asustado y confuso. Miro a Ollin sin saber si sería correcto decir algo.

—Tienes que irte— dijo Ollin y puso en la mano de Tlayolohtli un afilado y temible cuchillo.

Extraños pasos hicieron temblar la tierra bajo los pies de ambos cazadores, el fuego se hizo notar entre los árboles. Ollin salió de la casa, armado con un filoso cuchillo.

—Vete, corre y no te detengas hasta estar tan lejos que no puedas distinguir donde estas— dijo Ollin

Tlayolohtli salió de prisa, gente que no conocía con la cara pintada y unos cuantos curiosos habitantes de pueblo estaban ya tan cerca que Tlayolohtli pudo distinguir a algunos cuantos aldeanos.

—¡Entréganos al niño!— grito un cara pintada

—¡Primero muerto!— grito Ollin en respuesta.

El cara pintada rio y levanto la mano, muchos más  caras pintadas más se acercaron corriendo a Ollin

—¡Vete!— grito Ollin.

Tlayolohtli tomo su cuchillo con fuerza, dispuesto a luchar. —No pienso dejarte solo—

Un enorme animal color rojo saltó a Ollin y se colocó justo frente a él.

—No estará solo— dijo el jinete.

El primer cara pintada ya había alcanzado a Ollin. El cazador ya preparado para el ataque había hundido el cuchillo en el estómago del cara pintada.

—¡Te!— grito Ollin

—¿Feliz de verme, amigo?— dijo el jinete bajando de su Lon y disparando su primera flecha hacia el cara pintada más próximo.

Tlayolohtli seguía ahí, sin moverse, sin respirar, tal vez pensaba que se habían olvidado de su presencia.

Un cara pintada había llegado hasta Ollin y sin piedad había clavado su cuchillo en el hombro del cazador —¡HUYE PALANQUI!— grito Ollin

El Lon de se te abalanzo sobre el cara pintada que había lastimado a Ollin, otro cara pintada lanzo una alargada flecha con su propia mano y le dio a un costado al Lon, pero además del gruñir el animal no pareció realmente lastimado. Te tiro una flecha más a un cara pintada frente a él y Ollin corrió detrás de él para protegerlo de un ataque en su costado derecho. Cuando el cuarto cara pintada cayó muerto en el suelo Ollin miro unos segundos a Tlayolohtli, quien seguía inmóvil.

—Vete de aquí— le dijo, con ese mismo tono con el que había hablado la primera vez que lo llego a cazar.

—¿A dónde?— logró susurrar el joven.

—¡Qué el viento te lleve lejos!— grito Te al mismo tiempo que disparaba una flecha más.

Ollin sonrió y dio una palmada en el hombro de Tlayolohtli, el joven se dio cuenta que su maestro sangraba —Te veremos pronto— dijo Ollin mientras daba media vuelta para cubrir el costado de Te de una alargada flecha —Suerte— grito Ollin.
Tlayolohtli vio como el enorme Lon saltaba para colocarse entre él y un cara pintada que se había acercado demasiado. El Lon recibió la flecha que debía haberse incrustado en su estómago.

El gruñido del enorme animal le hizo saber al muchacho que debía correr.
Giro sobre sus talones y comenzó a correr tan rápido como pudo, con sus pies descalzos, intentando no hacer ruido.
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MensajeTema: Re: REMAKE--- Viento al Sur   REMAKE--- Viento al Sur I_icon_minitimeMiér Sep 25 2013, 18:24

Bueno matsu un poco tarde pro al fin lo lei todo je je je

disculpa la tardanza pero bue al fin lo logre je je je

puedo ntoar que ahora juntaste mas aps cortos en una publciaicon mas larga, la cual seria la diferencia ams improtante que encontre en elr emake je je je

Me da pena Tlayolohtli, victima de supersticioens que le arruinaron la vida al pobre, alñ menso su abuela tuvo mas amor que miedo e ignorancia, a su vez Ollin otro gran persoanje que lastimosamente no sorbevivira.

Pero bue tambiend ebo decir que me fascino la fauna que estas inventando y veremos neuvos ye xoticos animales a futuro.

Y tambien una terrible venganza por aprte de Tlayolohtli, la cuale staria ams que justificada, y muy demandada ja ja ja ja.

En fin espero pro al conti amiga ecologista
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